Te soñé y tenías una herida más que yo,
fue al principio que no lo podía creer,
pero eras tú y estabas frente a mí, al fin.
Con la fuerza de tus lágrimas me empujaste
contra el muro, haciendo preguntas deseando no
saber las respuestas.
No podía creer tu belleza.
Y yo trataba de hablar, de justificarme.
Lágrimas, locura y tristeza, todas en un grito
ahogado en mi garganta.
Y cuando por fin diría todo lo que siento, llorando
me abrazaste...
Nuestro primer abrazo, cálido y fuerte
en la eternidad de mi sueño
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